Aunque toda nuestra familia se encontraba inactiva en la Iglesia, en casa conservábamos varios ejemplares del Libro de Mormón. No lo sabía en ese momento, pero mi hijo Jesús había comenzado a leerlo por su cuenta.
Jesús atravesaba momentos muy difíciles; luchaba contra adicciones al alcohol y a las drogas; él mismo sentía que su vida iba por un camino equivocado. Sabía que, si seguía así, no tendría un buen futuro; reconocía que necesitaba un cambio profundo. Con ese deseo, empezó a leer las Escrituras cada día.
Apenas terminó de orar, sonó el timbre. Al abrir la puerta, se encontró con un hombre que se presentó como Cristóbal Land, miembro de la Iglesia y consejero de la presidencia de rama. Le explicó que acababa de salir de una reunión de presidencia y que el presidente le había pedido visitar a nuestra familia.
Jesús quedó profundamente impresionado. ¡La respuesta a su oración había llegado de inmediato! En ese momento supo con certeza que el Señor estaba al tanto de él y, desde ese día, comenzó a asistir a la Iglesia. Poco a poco, fue enderezando su vida. El deseo sincero de cambiar y el poder del arrepentimiento lo transformaron; se convirtió en una nueva persona. El cambio fue radical.
Inspirada por su ejemplo, yo también regresé a la Iglesia, junto con mi esposo, mi hija Conchi y mi hijo David. Nuestro presidente de rama, Diego Lisboa, solía invitar a Jesús a acompañar a los misioneros y a él le encantaba testificar de cómo Cristo había cambiado su vida. Se sentía feliz de tener al Salvador a su lado y deseaba compartirlo con otros.
Un año después, enfrentamos la dolorosa pérdida de mi esposo. Aunque fue un momento triste, nos sentimos profundamente agradecidos de haber vuelto al camino del Señor. Recibimos consuelo y fortaleza y sentimos Su amor en medio del duelo.
Al cumplirse un año de su fallecimiento, viajamos al templo de Suiza, donde nuestra familia fue sellada por la eternidad. En ese mismo día de profunda alegría, Jesús recibió sus investiduras, ya que pronto partiría a servir en la Misión de Washington D. C.
Al finalizarla, se casó y formó una hermosa familia. Hoy vive en Alemania con su esposa y sus cuatro hijos. El mayor, Samuel, actualmente sirve como misionero en Suiza, el mismo país donde fuimos sellados.
Al mirar atrás, solo siento gratitud. El Señor respondió la oración de mi hijo, nos guió de regreso a Su Evangelio y nos ha colmado de bendiciones. Sé que Él escucha, sé que Su mano está siempre extendida para socorrernos y guiarnos de vuelta a casa.