Deseamos expresar nuestra gratitud por la bondad y fidelidad de los miembros de la Iglesia en toda Europa. Notamos el efecto de una fe cada vez más profunda en las personas que nos encontramos. Nos regocijamos en el gozo que llega a la vida de muchos, debido a una creciente comprensión del don de la expiación del Salvador.
Nos maravillamos ante las incontables horas de servicio que se prodigan unos a otros. La mayor parte de este servicio y devoción pasa inadvertida y tiene lugar en el hogar.
La Iglesia en Europa ha iniciado un nuevo capítulo de crecimiento, registrando una mayor asistencia a las reuniones dominicales como nunca antes en su historia, al tiempo que la Iglesia ha sobrepasado los quince millones de miembros en el mundo. Les agradecemos por invitar y traer a sus amigos a la Iglesia y por ayudar a volver a quienes se han apartado. Las personas a su alrededor notan y aprecian el ejemplo que ustedes dan a diario.
Hemos visto a personas resistir temporales y superar desafíos. La paciencia y fortaleza están presentes en la adversidad, así como una mano de ayuda para quienes confrontan problemas de salud, de relaciones o de dificultades económicas.
Nos sentimos agradecidos al ver tanto gozo en aquellos que llevan a la práctica los principios del Evangelio restaurado en sus vidas, y que comparten esas bendiciones para beneficiar a los demás.
Nuestro amoroso Padre Celestial y nuestro Salvador Jesucristo están ansiosos por derramar Sus bendiciones sobre nosotros por cada paso de fe que damos y por cada acto de obediencia que les ofrecemos. Jesús nos promete en Doctrina y Convenios:
“Porque así dice el Señor: Yo, el Señor, soy misericordioso y benigno para con los que me temen, y me deleito en honrar a los que me sirven en rectitud y en verdad hasta el fin. Grande será su galardón y eterna será su gloria” (D. y C. 76:5-6).
Gracias por su ejemplo y servicio. Es un privilegio servir con ustedes.