
Servir en el campo misional fue una experiencia enriquecedora que me permitió desarrollar habilidades que no sabía que tenía. Aprendí a seguir las impresiones del Espíritu, el cual me guiaba a las personas que necesitaban ayuda y estaban listas para escuchar el Evangelio. Este proceso no solo me hizo más empática y sociable, sino que también me ayudó a desarrollar mi talento para enseñar.
Durante mi tiempo en la misión, aprendí inglés, lo cual abrió puertas a un trabajo que amo: soy profesora de inglés y además brindo soporte secretarial tanto en la escuela como a los profesores. Tengo un don para conectar con las personas, algo que se fortaleció gracias a mi servicio misional.

Recomiendo a todos los jóvenes, sin dudarlo, que vayan a la misión. Es una oportunidad para crecer como persona, desarrollar habilidades inesperadas, aprender nuevos idiomas y culturas, y, sobre todo, fortalecer y aumentar tu testimonio sobre Jesucristo. Todo lo que dejas atrás mientras estás en la misión será poco comparado con las bendiciones que recibirás.
En definitiva, la misión vale la pena en todos los sentidos.