El 29 de octubre de 2024 será una fecha recordada por generaciones. La DANA que azotó al país afectó enormemente a poblaciones como Catarroja, Paiporta y Alfafar, pertenecientes a la Estaca de Valencia, España. Inmediatamente, Servicios para la Familia, una organización de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se puso en contacto con los líderes de la Estaca para organizar la ayuda emocional de sus miembros de la mejor forma posible.
El 1 de noviembre recibimos una lista con los nombres de las personas y familias más afectadas, para poder comenzar el contacto telefónico con ellos. El 6 de noviembre, Elsa Zapata (Agencia de Servicios para la Familia ) y yo (coordinadora de primeros auxilios psicológicos respuesta ante emergencias, Servicios para la Familia) viajamos a Valencia para ofrecer ayuda emocional a todas aquellas personas que pudieran necesitarlo.
A pesar de haber seguido las noticias en los medios de comunicación, lo que encontré al llegar allí era inimaginable. Por un lado, el desastre resultaba mucho más devastador en persona; por otro, la enorme solidaridad de las personas era conmovedora.
El centro de reuniones de Catarroja, cuyo sótano y garaje estaban completamente anegados, se convirtió en un oasis para muchísimas personas. Se habilitó una sala como enfermería, donde profesionales médicos atendían a la población. Asimismo, se repartían alimentos y artículos de primera necesidad a todos aquellos que los solicitaran, y comida caliente a los voluntarios y trabajadores de servicios médicos, policiales, etc., que se acercaban para recoger su contenedor con comida caliente.
Poder viajar con Servicios para la Familia me hizo sentir de una forma muy personal que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días cuida el bienestar de sus miembros de una manera integral. Durante los días que permanecimos allí, pudimos visitar a decenas de miembros en el centro de reuniones de Catarroja, el Centro de Estaca de Valencia, en sus propios domicilios e incluso en el Hospital Universitario y Politécnico de La Fe, en Valencia.
Si bien no pudimos cambiar la situación, seguimos la admonición del Salvador de llorar con los que lloran y consolar a los que necesitan de consuelo.