Un hermoso himno de la Iglesia titulado “Tú me has dado muchas bendiciones, Dios” (1) nos enseña que el Señor quiere que seamos uno y que nos ayudemos los unos a los otros con todo aquello con lo que hemos sido bendecidos por nuestro amoroso Padre Celestial. Al hacerlo, guardamos mejor los convenios del templo que hemos hecho con Él. El apóstol Pablo enseñó: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, con la consolación con que nosotros somos consolados por Dios” (2). Qué bendición es poder apoyarnos mutuamente y ser uno en Cristo. Podemos lograr mucho más juntos que solos.
Ser uno en Cristo es estudiar Sus palabras juntos en la iglesia. Todos somos diferentes, con diferentes dones, habilidades, experiencias de vida y antecedentes. Podemos encontrar fortaleza en esas diferencias cuando nos enfocamos en el Salvador y Sus enseñanzas, mientras estamos juntos aprendiendo de las Escrituras. El Espíritu Santo obrará en nosotros individualmente cuando estemos abiertos al hecho de aprender y enriquecer nuestra experiencia espiritual al adorar juntos al Señor.
Ser uno en Cristo es compartir nuestro testimonio y estudiar las Escrituras unidos en nuestro hogar con nuestra familia. Los niños tienen todo el derecho de escuchar los testimonios de sus padres, que estos deben compartir con ellos a menudo y en situaciones informales y afectuosas. Necesitan saber que sus padres tienen el conocimiento de que el Salvador vive y que dirige Su Iglesia. Los cónyuges merecen escuchar el testimonio del otro con frecuencia, para fortalecerse mutuamente en la fe. Nefi enseñó que: “Hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo, predicamos de Cristo, profetizamos de Cristo y escribimos según nuestras profecías, para que nuestros hijos sepan a qué fuente han de acudir para la remisión de sus pecados” (3).
Ser uno en Cristo es hacer los unos por los otros lo que hizo el Salvador. Aprendemos de las Escrituras que cada vez que ayudamos a alguien a hacer algo para estar más cerca del Salvador nosotros mismos nos acercamos a Él. En todos los aspectos en que nos esforcemos en la ministración, cuando vamos y ayudamos a alguien, o cuando oramos en casa individualmente o en familia al Padre Celestial en favor de alguien; seremos bendecidos con el Espíritu, nos acercaremos más al Salvador y estaremos más cerca unos de otros como Sus hijos e hijas. Nefi nos enseñó una gran lección sobre cómo podemos apoyarnos mutuamente cuando no estamos juntos pero seguimos preocupados por el bienestar espiritual y físico de los demás. Él dijo lo siguiente: “Porque continuamente ruego por ellos de día, y mis ojos bañan mi almohada de noche a causa de ellos; y clamo a mi Dios con fe, y sé que él oirá mi clamor” (4). El Padre Celestial ama a aquellos que ayudan a Sus hijos y los bendecirá con más oportunidades de cuidar bien de otras personas.
Seremos uno en Cristo cuando vayamos a la Iglesia los domingos y participemos de la Santa Cena, cuando compartamos nuestro testimonio del Salvador y Su Evangelio restaurado, y cuando vayamos al templo para participar en las ordenanzas del templo y servirnos unos a otros. Seremos uno en Cristo cuando “pensemos de manera celestial” los unos de los otros, tratando de ver lo mejor de cada persona, y sabiendo que el Señor puede ayudar a cualquier persona a venir a Él y cambiar, si esa persona está dispuesta a experimentar ese poderoso cambio.
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“Tú me has dado muchas bendiciones, Dios”, Himnos, nro. 137.
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2 Corintios 1: 3–4.
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2 Nefi 25:26.
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2 Nefi 33:3.