Cuando nuestros hijos eran muy pequeños, siempre optamos por sentarnos en la iglesia en un lugar de donde pudiéramos salir rápidamente. El bolso de los pañales siempre estaba repleto de libros, ceras y juguetes que no hacían ruido; todo un arsenal para aplacar a nuestra tropa activa y llena de energía. Nuestro objetivo era mantenerlos en silencio durante la reunión.
Pero cuando se fueron haciendo mayores —ya alumnos de los cursos de la escuela primaria—, decidimos que había llegado el momento de entrar en una nueva fase. Nuestra teoría era que, con un poco de esfuerzo por nuestra parte, podríamos ayudar a nuestros hijos a obtener una nueva perspectiva de las reuniones de la Iglesia y sacar más provecho de los mensajes que en ellas se presentan. Nuestra nueva meta consistía en ayudarlos a escuchar y aprender durante las reuniones de la Iglesia.
Primero lo analizamos en familia y hablamos de lo que íbamos a hacer y por qué; luego pasamos por una “etapa de abstinencia”: el periodo de tiempo durante el que ya no llevábamos a la iglesia juguetes que los distrajeran en silencio, sino que animábamos a los tres hijos mayores a escuchar.
Durante ese tiempo hicimos mucha introspección personal. Nos dimos cuenta de que, más que nunca antes, nuestro hogar tenía que convertirse en un centro de aprendizaje espiritual. Los conceptos del Evangelio que se enseñaban en la Iglesia tenían que convertirse en algo más parecido a un trampolín para nuestras conversaciones en el hogar, y los principios que se enseñaban en casa debían reforzarse y enriquecerse mediante la asistencia a la capilla. De ese modo —esperábamos—, nuestros hijos considerarían la reunión sacramental como algo más relevante.
Descubrimos que teníamos que enfocarnos en ayudar a nuestros hijos a desarrollar habilidades de escucha. A continuación se incluyen algunas ideas sobre cómo hacerlo, basadas en nuestra experiencia:
1. Hablar en la noche de hogar sobre la importancia de escuchar y sobre cómo escuchar. Comenzar hablando de cómo escucharnos unos a otros en conversaciones uno a uno. Hacer dramatizaciones con situaciones en las que sea necesario escuchar. Luego, durante la semana, esforzarnos los adultos por escuchar bien a los niños. Mostrarles lo importante que es que la persona que habla tenga contacto visual con la que escucha, y que esta preste su plena atención.
2. Dar lugar a otras situaciones especiales en el hogar que requieran que nos escuchemos unos a otros. Hemos hecho grabaciones de audio de las noches de hogar en las que los niños contaban historias de las Escrituras y enseñaban principios del Evangelio. A ellos les encanta escuchar sus voces y reproducen esas grabaciones una y otra vez. Leer en alto a los niños también es una forma maravillosa de enseñarles a escuchar. Y hacer grabaciones de audio de nuestros pasajes favoritos, para usarlos en el futuro, se ha convertido en algo que a todos nos gusta hacer en casa. Estas grabaciones no solo entretienen: también enseñan principios correctos.
3. Analizar en familia cómo estas buenas técnicas de escucha se pueden aplicar a situaciones en las que se escucha en grupo, sobre todo en la reunión sacramental. Explicar que el contacto visual, algo que aprenden todos los que enseñan, también se aplica a los que escuchan. En la reunión sacramental, ser modelos de buenos hábitos de escucha para los hijos, mirando al discursante y no permitiendo que divaguen ni la mirada ni los pensamientos.
4. En casa, desarrollar y ampliar el conocimiento de vocabulario del Evangelio de los hijos, de forma que cuando escuchen esos términos en los discursos de la Iglesia, puedan identificarse más fácilmente con ellos. Gran parte del lenguaje que se utiliza en las reuniones de la Iglesia está dentro del rango de comprensión de hasta los niños más pequeños. Se puede comenzar con palabras como bautismo, convenio y Santa Cena, por ejemplo.
5. Ayudar a los hijos a comprender los propósitos de las cosas que se hacen en las reuniones de la Iglesia. Durante las noches de hogar, hablar de acontecimientos específicos como las bendiciones y confirmaciones y la Santa Cena. Con ello, estas partes de la reunión les resultarán más conocidas e interesantes.
6. Asignar a cada uno de sus hijos un discurso de la reunión del que luego tendrán que hablar en casa. Durante la reunión, pedirles que escriban una frase o dos que resuman el discurso. Cuando los discursos sean demasiado complejos para los niños más pequeños, los padres o hermanos mayores pueden ayudar a explicárselos y a entender. De este modo, toda la familia participa y todos se benefician de la experiencia.
7. Comenzar a recopilar un álbum o archivo familiar con historias interesantes o conceptos que se hayan escuchado en las reuniones de la Iglesia. Hacer un proyecto sencillo, que sea apropiado hasta para los niños más pequeños. Permitirles añadir sus propias ideas o los volantes que traigan a casa. Cuando las lecciones de la noche de hogar se refieran a alguno de esos temas o se asigne discursar a alguno de los niños, consultar el álbum o archivo familiar para ver si hay algún material que pueda servir como recurso.
8. Cantar himnos en casa para ayudar a los niños a tener más interés por la música de la reunión sacramental. Pedir al director de música una lista de los himnos que tiene programado usar en las reuniones sacramentales y practicarlos juntos durante la noche de hogar. Enseñar a los niños a prestar atención especial a la letra. Hablar de los mensajes de los himnos.
Si nosotros, los padres, hacemos el esfuerzo y dedicamos tiempo, podemos ayudar a nuestros hijos a dar mucho más valor a las reuniones de la Iglesia. Y el esfuerzo que dediquemos ahora a ayudarlos a obtener habilidades de escucha producirán resultados por toda la eternidad.