Mensaje de los líderes del Área

El perdón

El perdón es uno de los mayores dones que nuestro Padre Celestial nos ha dado. A través de la Obra Expiatoria de Jesucristo, podemos recibir el milagro gozoso del perdón —experimentando un potente cambio de corazón, haciéndonos “santo[s…], como un niño: sumiso, manso, humilde, paciente, lleno de amor”, sintiendo paz y seguridad, y recibiendo el consuelo y la fuerza para continuar gozosamente en la senda de los convenios.

Elder Samuel Koivisto
Élder Samuel Koivisto, Finlandia Setenta del Área Europa Norte

Cuando el Salvador vivió en la tierra, amó a las personas brindándoles servicio. Compartió sabiduría y conocimiento enseñándoles el plan de felicidad del Padre Celestial. Invitó a todos a venir a Él, diciendo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”(1). Esta misma invitación sigue vigente y se extiende a cada uno de nosotros, para que podamos conocerlo y llegar a ser un poco más como Él.

Para nosotros, Jesucristo es el ejemplo perfecto de perdón. Enseñó a Sus discípulos cuántas veces debían perdonar a su hermano si este continuaba obrando mal: “No […] hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete”(2). Esto implica un perdón continuo. Cristo nos enseñó a orar a nuestro Padre Celestial: “Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben”(3). El ejemplo supremo de la capacidad de perdonar del Salvador fue Su súplica a Dios, cuando fue crucificado y dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”(4).

“Perdonar es un atributo divino. Consiste en perdonar o disculpar a alguien de la culpa por una ofensa o delito. Las Escrituras se refieren al perdón de dos formas. El Señor nos manda arrepentirnos de nuestros pecados y procurar Su perdón. También nos manda perdonar a los que nos ofendan o hagan daño”(5). Cristo enseñó: “Perdonad, y seréis perdonados”(6). “Yo, el Señor, perdonaré a quien sea mi voluntad perdonar, mas a vosotros os es requerido perdonar a todos los hombres”(7).

Nacimos en el mundo para recibir un cuerpo físico que nos permite aprender, crecer y desarrollarnos. Experimentamos influencias opuestas y tenemos la libertad de elegir, lo cual está de acuerdo con el plan del Padre Celestial. Incluso después de hacer lo mejor que podemos, todos cometemos errores, pecamos, erramos y tomamos decisiones equivocadas. Mediante la Expiación de Jesucristo, podemos recibir el perdón de nuestros pecados a través de un arrepentimiento sincero y completo, lo que incluye un corazón quebrantado, un espíritu contrito y sentir la tristeza que es según Dios.

“El perdón requiere que nos arrepintamos de nuestros pecados y que, al mismo tiempo, aumentemos y fortalezcamos nuestra fe en Jesucristo. Al arrepentirnos y venir a Él, nos hallamos en el camino que conduce al perdón”(8).

El élder Neil L. Andersen enseñó: “No obstante, debemos recordar que el don divino del perdón nunca se puede ganar, tan solo recibir. Cierto, hay que obedecer los mandamientos y observar las ordenanzas para recibir el perdón, pero nuestro esfuerzo —a pesar de lo grande que sea— parece insignificante en comparación con el costo de la redención. De hecho, no hay comparación posible. El perdón es un don y el Único que puede darlo es el Redentor y Salvador del Mundo, Jesucristo. Él brinda Su don incalculable a todo el que se vuelva a Él para recibirlo”(9).

La Proclamación sobre la Familia nos recuerda que uno de los principios importantes de una vida feliz es el perdón, independientemente del número de personas que pertenezcan a nuestra familia: “La felicidad en la vida familiar tiene mayor probabilidad de lograrse cuando se basa en las enseñanzas del Señor Jesucristo. Los matrimonios y las familias que logran tener éxito se establecen y se mantienen sobre los principios de la fe, de la oración, del arrepentimiento, del perdón, del respeto, del amor, de la compasión, del trabajo y de las actividades recreativas edificantes”(10). (10)

El presidente Nelson nos hizo una petición: “Mis queridos hermanos y hermanas, mi llamado a ustedes hoy es que pongan fin a los conflictos que se desatan en su corazón, en su hogar y en su vida. […] Repito mi llamado a poner fin a los conflictos en su vida. Ejerzan la humildad, el valor y la fortaleza necesarios tanto para perdonar como para pedir perdón. El Salvador ha prometido que ‘si perdon[amos] a los hombres sus ofensas, [n]os perdonará también a [n]osotros [n]uestro Padre Celestial”(11). “He aquí, quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado; y yo, el Señor, no los recuerdo más”(12).

Del mismo modo, debemos perdonar y olvidar los agravios que experimentamos. El perdón es uno de los mayores dones que nuestro Padre Celestial nos ha dado. A través de la Obra Expiatoria de Jesucristo, podemos recibir el milagro gozoso del perdón —experimentando un potente cambio de corazón (13), haciéndonos “santo[s…], como un niño: sumiso, manso, humilde, paciente, lleno de amor” (14), sintiendo paz y seguridad, y recibiendo el consuelo y la fuerza para continuar gozosamente en la senda de los convenios.

Es por esta razón que “hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo, predicamos de Cristo, profetizamos de Cristo y escribimos según nuestras profecías, para que nuestros hijos sepan a qué fuente han de acudir para la remisión de sus pecados”(15).

 

  1. Mateo 11:28
  2. Véase Mateo 18:21–2
  3. Lucas 11:4 (véanse también los versículos 1–3)
  4. Lucas 23:3
  5. Temas del Evangelio: Perdón
  6. Lucas 6:37
  7. Doctrina y Convenios 64:10
  8. Véase The Divine Gift of Forgiveness [El Don Divino del Perdón] , Neil L. Andersen, pág. 91
  9. Neil L. Andersen, “El don del perdón”, Liahona, febrero de 2021, pág
  10. La Familia: Una Proclamación para el Mundo
  11. Russell M. Nelson, “El poder del ímpetu espiritual”, Liahona, mayo de 2022, págs. 97 a 100
  12. Doctrina y Convenios 58:42
  13. Véase Mosíah 5:2
  14. Mosíah 3:19
  15. 2 Nefi 25:26