En el mundo preterrenal, nuestro Padre Celestial proporcionó un plan, mediante la Expiación de Jesucristo, por el cual podemos regresar a Su presencia. La senda que nos lleva a casa se conoce a menudo como la senda de los convenios, porque deja claros los términos y condiciones de nuestro regreso. Un convenio es un acuerdo sagrado entre Dios y una persona o grupo de personas. Dios fija condiciones específicas y promete bendecirnos a medida que obedecemos esas condiciones (1). El presidente Nelson enseñó: “Su compromiso de seguir al Salvador al hacer convenios con Él y luego guardar esos convenios abrirá la puerta a toda bendición y privilegio espiritual que están al alcance de hombres, mujeres y niños en todas partes” (2).
El Señor reveló al profeta José Smith: “Hay una ley, irrevocablemente decretada en el cielo antes de la fundación de este mundo, sobre la cual todas las bendiciones se basan; y cuando recibimos una bendición de Dios, es porque se obedece aquella ley sobre la cual se basa” (3). El élder D. Todd Christofferson nos recuerda: “Los convenios que Dios ofrece a Sus hijos hacen más que guiarnos; nos ligan a Él y, ligados a Él, podemos vencer todas las cosas” (4). El Señor nos ha prometido que está obligado cuando hacemos lo que dice, “mas cuando no hacéis lo que os digo, ninguna promesa tenéis” (5).
A lo largo del tiempo, Dios ha hecho convenios con Su pueblo. Sabemos que el Señor hizo un convenio con Adán y Eva, con los profetas después de ellos y con muchos otros. En nuestros días, a menudo hablamos del convenio que Dios hizo con Abraham, el convenio abrahámico. Dios prometió bendecir a Abraham y a su posteridad, “con las bendiciones del evangelio, que son las bendiciones de salvación, sí, de vida eterna” (6).
Como herederos del convenio abrahámico, tenemos la responsabilidad de llevar el Evangelio a todas las personas de la tierra, invitar a los demás a venir a Cristo y ligarnos nosotros a Él. Invitar a los demás a Cristo es una invitación a entrar en la senda de los convenios, abrir la puerta a través del “convenio del bautismo a toda bendición”, y finalmente recibir la vida eterna, que es el mayor de todos los dones de Dios (7).
Las bendiciones que Dios prometió a Abraham y su posteridad acerca del gran recogimiento de los últimos días se están cumpliendo hoy en día. El presidente Nelson declaró: “Ese recogimiento es lo más importante que se está llevando a cabo hoy en la tierra. Nada se le compara en magnitud, nada se le compara en importancia, nada se le compara en majestad”. “Cada vez que hacen algo que ayuda a cualquiera a ambos lado del velo, a dar un paso hacia hacer convenios con Dios y recibir sus ordenanzas esenciales del bautismo y del templo, están ayudando a recoger a Israel. Es así de sencillo” (8).
Cada semana se nos da la oportunidad de reflexionar sobre los convenios que hemos hecho con Dios. Al tomar dignamente la Santa Cena, renovamos nuestro compromiso y nos esforzamos por recordar siempre a Jesucristo y tomar Su nombre sobre nosotros. Al cumplir Sus mandamientos siempre tendremos Su Espíritu con nosotros (9). Es mediante nuestra relación por convenio con Dios que podemos llegar a conocerlo y nos preparamos para regresar a casa para recibir el mayor de todos los dones de Dios. “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (10).
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Biblioteca del Evangelio, Guía para el Estudio de las Escrituras
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Russell M. Nelson, “Al avanzar juntos”, Liahona, abril de 2018, pág. 7
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Doctrina y Convenios 130:20–21
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D. Todd Christofferson, “El porqué de la senda de los convenios””, Conferencia General de abril de 2021
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Doctrina y Convenios 82:10
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Abraham 2:9–11
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Doctrina y Convenios 14:7
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Russell M. Nelson, “Juventud de Israel”, devocional mundial para jóvenes, 3 de junio de 2018
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Doctrina y Convenios 20:77,79
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Juan 17:3