Mensaje de los líderes de Área

La primera verdad

La primera gran verdad es que Dios te ama. Tú eres Su hijo o hija y le importas.

Pierwsza prawda
Élder Alan T. Phillips, Inglaterra
Élder Alan T. Phillips, Inglaterra Setenta de Área

La sociedad intenta convencernos de que nuestra identidad y sentido de la valía están de alguna manera ligados a las posesiones, a los puestos de influencia y al reconocimiento de los demás. Nos anima a centrarnos más en “tener” que en “ser”1, pero este camino a menudo produce una vida de rivalidad y comparación, lo cual nos deja a muchos de nosotros ansiosos, insatisfechos y cada vez más aislados. Pocas personas escapan a los frecuentes e implacables mensajes de que no somos lo suficientemente buenos o que no damos la talla.

Es una maniobra de distracción muy bien construida.

El adversario entiende la importancia de la identidad y no quiere que descubramos o comprendamos quiénes somos realmente. Sin embargo, somos más de lo que el mundo desea hacernos creer, quizás mucho más de lo que nosotros mismos nos imaginemos o nos demos cuenta.

El Salvador pasó cuarenta días y noches en el desierto de Judea, ayunando, comunicándose con Su Padre y preparándose para su misión formal en la tierra2. Fue en aquellos momentos cuando el adversario lo tentó, incitándolo a satisfacer Su apetito físico, a buscar el reconocimiento público y a aceptar las riquezas del mundo o el poder entre los hombres3. Más allá de estas tres tentaciones fundamentales, James E. Talmage señaló la tentación más insidiosa4, implícita en la pregunta “Si eres el Hijo de Dios…”. El adversario quería que Cristo dudara de quién era.

La primera verdad

Afortunadamente, Él se mantuvo y firme y fiel, Cristo sabía quién era Él. Esto le dio poder, fuerza, propósito y guía a su misión divina. Somos testigos de Su majestuosidad cuando, de pie en la sinagoga de Nazaret, recita al profeta Isaías y, en términos claros y seguros, anuncia su parentesco divino como Hijo5.

Las palabras “conócete a ti mismo” (o “gnothi seauton” en griego antiguo) están inscritas en la parte superior del pórtico del Templo de Apolo en Delfos. Esta breve máxima, de apenas dos palabras, ha sido analizada por Sócrates, Platón, Emerson, Rousseau y un sinfín de personas a lo largo de la historia. Todos reconocen que hay poder en saber quiénes somos.

Al igual que el Salvador, saber quiénes somos puede ayudarnos de verdad a guiar nuestra conducta y a proporcionarnos fortaleza y dirección a lo largo de nuestra vida. Por esa razón el adversario se empeña en que dudemos de nosotros mismos. La duda es una poderosa herramienta que él emplea y hoy en día, constituye un azote en todo el mundo. Él no desea que tengamos fortaleza, poder, paz y guía, quiere que tú y yo cuestionemos nuestra capacidad, nuestras decisiones, nuestra valía y, sobre todo, nuestra identidad. Además, la vida moderna puede provocar que nos sintamos abrumados, solos, olvidados, desplazados y, en ocasiones, incapaces.

No obstante, cuando comprendemos realmente que somos hijos de Dios, empezamos a vernos como Él nos ve. Vemos lo bueno que llevamos dentro y nuestro verdadero potencial, y al hacerlo, actuamos y pensamos de forma diferente. Juzgamos menos, perdonamos más fácilmente y comprobamos que estamos más inclinados a amar, servir, levantar y consolar a los demás. Nuestro enfoque principal cambia de uno de “tener” a uno de “ser” y conectar con los demás. El élder Jeffrey R. Holland enseñó que la primera gran verdad del universo es que Dios nos ama. Nos ama con todo corazón, sin reservas ni concesiones 6.

La primera verdad es poderosa, Dios te ama y eres Su hijo o hija. Esto forma parte de tu identidad eterna, no puede cambiarlo nada. El élder Uchtdorf enseñó: “Ustedes son hijos e hijas del ser más grande y glorioso del universo. Él los ama con un amor infinito” 7.

En un mundo que se ahoga en la duda, no cuestiones tu valor ni lo que el Padre Celestial siente por ti. Intenta ver más allá de las imperfecciones y las dudas que tienes sobre ti mismo y reconoce quién eres en realidad 8.

Un propósito de la vida es conocer a Dios y a Jesucristo9, pero también es importante “conocerte a ti mismo” y comprender tu identidad divina.

Nuestra doctrina más fundamental es que somos hijos de nuestro Padre Celestial; este parentesco divino es primordial. El Nuevo Testamento está repleto de enseñanzas centradas en recuperar lo que está perdido y que es lo más valioso para Él. La prioridad del Padre y del Hijo es clara, se trata de ti. Tú eres Su obra y Su gloria. Tú eres la fuente de Su gozo, y la expiación de Jesucristo es la mayor expresión del amor de nuestro Padre Celestial por ti 10.

La primera gran verdad es que Dios te ama. Tú eres Su hijo o hija y le importas. De esto doy testimonio en el nombre de Jesucristo. Amén.


1 Erich Fromm, Del tener al ser, Estados Unidos, Harper & Ros, 1976.

2 Mateo 4:1–11

3 David O. McKay, Conference Report, octubre de 1911, pág. 59.

4 James E. Talmage, Jesús el Cristo, capítulo 10: En el desierto de Judea, 1915.

5 Lucas 4:18–21

6 Élder Jeffrey R. Hollande, La mayor posesión, Conferencia General de octubre de 2021.

7 Élder Dieter F. Uchtdorf, The Reflection in the Water, CES fireside at Brigham Young University, 1 de noviembre de 2009.

8 Élder Dieter F. Uchtdorf, The Reflection in the Water, CES fireside at Brigham Young University, 1 de noviembre de 2009.

9 Juan 17:3

10 Juan 3:16