Voces de los Santos

La misión es un llamado que transforma vidas

Entre 2005 y 2007, mi servicio como misionero en Carolina del Norte me enseñó que los mayores milagros no siempre están en las cifras, sino en el poder del Espíritu, la transformación del alma y el compromiso con una causa eterna.

El élder Caicedo con sus compañeros. Ernesto Caicedo
Élder Caicedo El élder Caicedo con sus compañeros.

Serví en la Misión North Carolina – Charlotte, Estados Unidos, entre marzo de 2005 y marzo de 2007. Desde que conocí La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, sentí el deseo profundo de servir en una misión de tiempo completo. Aunque parecía lejano, ese anhelo fue constante. Quería retribuir lo que la Iglesia me había dado y representar al Salvador Jesucristo.

Imaginé que mi servicio incluiría lodo, barrios peligrosos y caminos escabrosos, pero el Señor me ofreció algo inesperado: ciudades seguras, hogares cómodos, coche permanente y paisajes históricos que marcaron mi fe. Tuve la bendición de estar en lugares emblemáticos de la Iglesia, contemplar el templo de Salt Lake City, conocer a varios apóstoles y descubrir culturas nuevas, sabores distintos y milagros que reafirmaron mi testimonio.

El élder Caicedo y sus compañeros planificando y agendando citas. Ernesto Caicedo
Misión 2005 -2007 El élder Caicedo y sus compañeros planificando y agendando citas.

Aunque solo bauticé a tres personas, entendí que el éxito misionero no se mide en números, sino en transformación espiritual. Aprendí a reconocer la voz del Espíritu Santo, a tomar decisiones con humildad y a confiar en la guía divina. Además, adquirir el idioma inglés fue un regalo que ha sido clave en mi vida personal y profesional.

Al concluir la misión, seguí siendo tan humano como siempre: cometiendo errores, enfrentando retos y persiguiendo sueños. Sin embargo, puedo afirmar que fue gracias a la misión que mi vida tomó una mejor dirección. Inspirado por el consejo de mi presidente de misión: —“Sé un poseedor del sacerdocio”— y el de mi obispo —“Mantén el mismo nivel espiritual”— decidí seguir sirviendo y cultivar una disciplina que me sostiene hasta hoy.

El élder Caicedo en el 2006 como joven misionero Ernesto Caicedo
Élder Caicedo El élder Caicedo en el 2006 como joven misionero

Servir en una misión es un mandamiento. Puede que no siempre se haga con entusiasmo, pero se hace por fe. Como dijo Adán: “Lo hago porque el Señor lo ha mandado”. Así damos el paso, entramos en el agua y presenciamos los milagros.