
El Salvador hizo una invitación a Sus discípulos con las palabras: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”(1).
Muchas veces encontramos en las Escrituras que somos la luz del mundo.
De hecho, muchas personas en los entornos que frecuentamos ya se fijan en nosotros, ya que destacamos como miembros de la Iglesia de Jesucristo en muchas de las cosas que hacemos a diario.
Las personas que nos rodean en la escuela o la universidad, en el trabajo o en otros entornos que frecuentamos ya han notado que no bebemos alcohol ni fumamos.
Muchas más personas verán la luz de Cristo en nuestro rostro.
La gente se dará cuenta, sobre todo, de cómo tratamos a los demás.
Notarán cómo hablamos con otras personas, la manera en que nos servimos unos a otros y la manera en que nos ayudamos mutuamente.
El presidente Russell M. Nelson ha dicho:
“Mis amados hermanos y hermanas, ¡la manera en que nos tratamos en verdad importa!
En verdad importa el modo en que hablamos a los demás y de los demás en casa, en la capilla, en el trabajo y en línea”(2).
Cuando somos bautizados, tomamos sobre nosotros el nombre de Cristo.
El profeta Alma nos enseñó:
“Y ya que deseáis entrar en el redil de Dios y ser llamados su pueblo, y estáis dispuestos a llevar las cargas los unos de los otros para que sean ligeras; […]
y ser testigos de Dios en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar en que estuvieseis, aun hasta la muerte, para que seáis redimidos por Dios, y seáis contados con los de la primera resurrección, para que tengáis vida eterna; […]
como testimonio ante él de que habéis concertado un convenio con él de que lo serviréis y guardaréis sus mandamientos, para que él derrame su Espíritu más abundantemente sobre vosotros?”(3)
Después del bautismo, recibimos el don del Espíritu Santo, que siempre estará con nosotros según nuestra fidelidad.
Esa misma compañía del Espíritu Santo nos ayuda a distinguir el bien del mal y a hacer el bien “por el Espíritu del Señor Omnipotente, el cual ha efectuado un potente cambio en nosotros, o sea, en nuestros corazones, por lo que ya no tenemos más disposición a obrar mal, sino a hacer lo bueno continuamente”(4)
Cada día de nuestra vida debemos buscar esas oportunidades para hacer el bien continuamente y seguir la guía del Espíritu.
Tendremos muchas oportunidades de hacerlo.
El Evangelio de Jesucristo es muy sencillo y práctico.
A veces pasamos mucho tiempo tratando de explicar los principios del Evangelio, pero lo mejor que podemos hacer es invitar a nuestros amigos a asistir a la reunión sacramental.
Durante la reunión sacramental, el Espíritu Santo testificará de la verdad de todas las cosas.
Aprovechemos esas oportunidades para hacer el bien, para servir dentro y fuera de la Iglesia, en cualquier situación en la que nos encontremos.
Invitemos a nuestros amigos a venir y ver, a experimentar el gozo que emana de la influencia del Espíritu Santo.
Al hacer esto cada semana, testifico que llegaremos a ser mejores discípulos de Jesucristo, que cada día seremos más semejantes a Él y que nos sentiremos más cerca de Él.
- Mateo 5:16; véase también 3 Nefi 12:16.
- “Se necesitan pacificadores”, presidente Nelson, Conferencia General de abril de 2023.
- Mosíah 18:8–10.
- Mosíah 5:2