La hija del ''bombardero de dulces'' habla en la conmemoración del 75º aniversario del puente aéreo humanitario de Berlín 

Una reflexión sobre la vida de Gail Halvorsen y su legado

Miembros de la mesa redonda de la ILA (Exhibición Aeroespacial Internacional) posan para una foto al final de su presentación. De izquierda a derecha: David Ruetz de la ILA, Teniente Coronel Ralf-Gunter Leonhardt, Katie Gallus (moderadora), Denise Halvorsen Williams y el historiador Matthias Heisig.
Miembros de la mesa redonda de la ILA (Exhibición Aeroespacial Internacional) posan para una foto al final de su presentación. De izquierda a derecha: David Ruetz de la ILA, Teniente Coronel Ralf-Gunter Leonhardt, Katie Gallus (moderadora), Denise Halvorsen Williams y el historiador Matthias Heisig

Denise Halvorsen Williams, hija de Gail Halvorsen, conocido por muchos como el “bombardero de dulces”, rindió homenaje, el sábado 8 de junio, al legado de su difunto padre representándolo en una mesa redonda de la bienal de la ILA [Exhibición Aeroespacial Internacional , por sus siglas en inglés], la mayor feria de innovación aeroespacial de la Unión Europea. También habló en una reunión sacramental de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días el domingo 9 de junio. Invitada a la conmemoración del 75º aniversario del puente aéreo humanitario de Berlín, Williams relató la iniciativa de su padre de lanzar dulces desde el cielo a los niños de Berlín Este, un gesto que se convirtió en un símbolo de esperanza y bondad en medio de la adversidad de la posguerra.

Durante la mesa redonda de la ILA, Williams compartió la historia del encuentro de su padre con niños detrás de una alambrada, quienes le imploraron: “No dejes de volar. En invierno hará frío, pero no dejes de volar, porque si dejas de volar, perderemos nuestra libertad. Y sabemos que si perdemos nuestra libertad, nunca la recuperaremos”. Conmovido por su petición, Halvorsen se sintió obligado a actuar. Con solo dos chicles en su bolsillo, insuficientes para los treinta niños, se dio cuenta de que incluso un pequeño gesto significaba mucho para ellos. Halvorsen prometió volver con más caramelos, y que avisaría de su llegada moviendo las alas del avión. Lo que empezó como un modesto acto de bondad con dos chicles se convirtió en una iniciativa llena de poder y esperanza.

 

Denise Halvorsen Williams junto a su esposo David Williams tras una reunión interreligiosa celebrada el domingo día 9
Denise Halvorsen Williams junto a su esposo David Williams tras una reunión interreligiosa celebrada el domingo día 9

En sus comentarios tanto del sábado como del domingo, Williams destacó la creencia de su padre de que “las cosas pequeñas y sencillas marcan la diferencia”. Gail Halvorsen no buscaba reconocimiento ni fama por sus esfuerzos; Al principio lanzaba los dulces en secreto, temiendo las represalias de sus superiores. En lugar de esperar a que le dieran permiso, Halvorsen identificó una necesidad y encontró una forma creativa de llevar alegría a los niños de Berlín Este.

Después de la reunión sacramental de los Santos de los Últimos Días el domingo, Denise Halvorsen Williams se reunió con representantes religiosos locales y con niños que vivieron la experiencia del puente aéreo humanitario. Reflexionaron sobre el impacto de Halvorsen en Alemania Oriental, su inspiración impulsada por la fe y la vida ejemplar que llevó. Williams hizo hincapié en que su padre consideraba la iniciativa de lanzamiento de dulces como una inspiración divina, profundamente arraigada en su fe como miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. De hecho, durante la reunión, Williams mostró un folleto basado en la historia de su padre, en el que se esbozan diez principios arraigados en la doctrina de los Santos de los Últimos Días que se pueden poner en práctica para vivir una vida más centrada en El servicio.

Denise Halvorsen Williams muestra un folleto de diez pasos a los líderes religiosos locales de Berlín
Denise Halvorsen Williams muestra un folleto de diez pasos a los líderes religiosos locales de Berlín

Las conversaciones del domingo sobre la fe y el servicio condujeron a la sugerente pregunta: “¿Qué puedo hacer con mis dos chicles?”. Esto suscitó una significativa conversación sobre cómo continuar el legado de Halvorsen de hacer “pequeños y sencillos” actos de bondad setenta y cinco años después. Servir a los demás no requiere de gestos grandiosos ni de un amplio reconocimiento, sino de un deseo genuino de hacer el bien. La vida de Gail Halvorsen ofrece lecciones perdurables que alientan a todos a preguntarse: “¿Qué puedo hacer con mis dos chicles?” Y a emprender acciones significativas. Al adoptar esta mentalidad, las personas pueden crear un efecto dominó de bondad que trasciende generaciones y transforma comunidades.