Sé que el verdadero gozo proviene del servicio a los demás. Por esta razón, quise seguir experimentándolo, al mismo tiempo que buscaba crecer y cambiar como persona. Este deseo, unido a mi amor por Jesucristo y Su Evangelio, fue lo que me motivó a servir una misión de tiempo completo. Actualmente estoy sirviendo en la misión Barcelona, España, la cual concluiré en este año 2025.
Antes el temor me consumía con frecuencia. Me preocupaba demasiado, no confiaba lo suficiente en el Señor y, a menudo, olvidaba mirarlo en todo pensamiento. Sin embargo, lo más importante que he aprendido en mi misión es lo que el Salvador nos enseña en Doctrina y Convenios 6:36: 'Mirad hacia mí en todo pensamiento; no dudéis; no temáis'. Ahora entiendo que el temor es una construcción de nuestra imaginación, alimentada por el miedo al futuro y a lo desconocido, posibilidades irreales creadas por nuestra mente. La duda y el temor son herramientas peligrosas que utiliza el adversario, y estas no pueden coexistir con la esperanza y la fe[1].
[1] Mateo 14:29 -30

El temor y la duda nos impiden vivir plenamente el presente, luchar por nuestros sueños y alcanzar nuestras metas. Limitan nuestra capacidad de ser instrumentos en las manos del Señor. La verdad es que nada es más poderoso que Dios, y Él siempre está a nuestro favor[1].
Yo jugaba al baloncesto y, en algún momento, consideré dejar de jugar competitivamente, pero al venir a la misión y conocer mejor a Dios, mi perspectiva cambió. Reconocí que amo el baloncesto y que no debía abandonarlo, así que cuando regrese a casa, seguiré esforzándome por ser un discípulo de Jesucristo, retomaré mis estudios y jugaré para la universidad Snow College. Jamás imaginé que Dios podría transformar incluso mi manera de jugar.
[1] 1 Nefi 4:1

Vivir los principios del Evangelio y obedecer los mandamientos trae felicidad y mayor control sobre nuestra vida en todos los aspectos[1]. La misión ha cambiado mi vida y no puedo imaginar cómo sería si no hubiera decidido servir. Soy completamente diferente y feliz. Estoy profundamente agradecido a mi Padre Celestial y a Jesucristo por todo lo que me han enseñado mediante el Espíritu Santo, por transformar mis debilidades en fortalezas. Mientras viva deseo servir y continuar experimentando una porción del amor de Cristo hacia los demás. Gracias a este aprendizaje de vida soy una persona completamente nueva. El Espíritu me ha confirmado la veracidad de lo que enseñamos. Mi fe es firme e inmutable.
En la misión encontrarán felicidad y propósitos más profundos de lo que jamás hayan experimentado. No cambiaría ninguna experiencia de mi misión, ni siquiera los momentos más difíciles. Mi consejo a todos es: Mirad hacia Cristo en todo pensamiento; no dudéis; no temáis. Si sentís que no estáis capacitados, no os preocupéis. Yo tampoco lo estaba, pero Dios os dará lo necesario para enseñar con autoridad y poder[2].
[1] Mosiah 2:41
[2] Éter 12:27
