Nos entristece anunciar que el presidente M. Russell Ballard, presidente en funciones del Cuórum de los Doce Apóstoles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ha fallecido. Después de una breve estadía reciente en el hospital, regresó a su casa donde realizó sus tareas como pudo antes de fallecer el 12 de noviembre de 2023 aproximadamente a las 11:15 pm rodeado de seres queridos. Tenía 95 años.
El élder Ballard fue ordenado Apóstol el 6 de octubre de 1985. Se anunció que era el Presidente en Funciones del Cuórum de los Doce Apóstoles el 16 de enero de 2018. Como los apóstoles de la época del Nuevo Testamento, los apóstoles de hoy en día son llamados para ser testigos especiales de Jesucristo. El presidente Ballard fue uno de los quince hombres que supervisan el crecimiento y desarrollo de la Iglesia mundial, la cual cuenta con más de 17 millones de miembros.
“El presidente Ballard nunca fue indeciso”, dijo el presidente de la Iglesia, Russell M. Nelson. “Sabía exactamente lo que el Señor enseñó y cómo podía ponerse en práctica en nuestra vida personal y brindar gozo y felicidad”.
“Trabajamos juntos estrechamente y siempre me encantó su manera de ser cálida”, dijo el presidente Dallin H. Oaks, del Cuórum de los Doce Apóstoles, quien se sentó al lado del presidente Ballard en el Cuórum de los Doce Apóstoles durante más de tres décadas . “Era un hombre en quien se podía confiar; y era un hombre que confiaba en las personas”.
Al presidente Ballard le sobreviven sus siete hijos y muchos nietos y bisnietos.
Los detalles sobre el funeral aún están pendientes.
Aprender la ética de trabajo a temprana edad
Melvin Russell Ballard nació en Salt Lake City, Utah, el 8 de octubre de 1928; hijo de Melvin R. y Geraldine Smith Ballard. Aprendió la ética de trabajo a temprana edad, en una concesionaria de automóviles. Su padre fundó la empresa Ballard Motor Company, y el joven Russell, el único varón en la familia de cuatro hijos, trabajó en cada uno de los departamentos de la empresa, incluso conduciendo automóviles de segunda mano en el estacionamiento de la concesionaria cuando apenas era adolescente.
Esas experiencias elaboraron un modelo de trabajo que sirvieron de mucho al presidente Ballard en todas las facetas de su vida. “Aprendí de mi papá que cuando empiezas algo, lo terminas”, dijo él. “En última instancia, sirve para tu satisfacción que, o bien ganas y llega a ser provechoso, o bien descubres que no va a funcionar y te alejas, pero nunca te quedas pensando si estás dispuesto a seguir con ello”.
Tal actitud perseverante le resultó útil toda la vida, incluso cuando asistía a la Universidad de Utah, en su vida profesional en las industrias automotriz, inmobiliaria y de inversiones, y en sus varias asignaciones en la Iglesia.
“Su experiencia en los negocios le servía bien cuando realizaba preguntas detalladas que tenían que hacerse si se proponía un programa o cuando se preguntaba: '¿Estamos utilizando los recursos con eficacia?'”, dijo el presidente Oaks.
Un líder de la Iglesia que llevaba la sangre de profetas en sus venas
El presidente Ballard tenía en su oficina los bustos de tres renombrados líderes de la Iglesia: el fundador de la Iglesia, José Smith; y su hermano Hyrum (tatarabuelo del presidente Ballard); así como el hijo de Hyrum, el presidente Joseph F. Smith, que fue el sexto presidente de la Iglesia. Su legado de discipulado cristiano que, por supuesto, incluye el martirio de José y Hyrum en 1844, motivó al presidente Ballard hasta sus últimos días.
“Cuando llegué a darme cuenta de quiénes eran y quién era yo, fue algo increíble”, dijo el presidente Ballard en 2019. “Soy consciente de manera constante de que tengo un deber solo por el hecho de tener una conexión. Los escucho decir todo el tiempo: 'Ponte manos a la obra; Haz algo que valga la pena. Muévete, muchacho; no te quedes ahí sentado'. Ellos fueron hombres de acción; tuvieron que serlo”.
Él deseaba que cada Santo de los Últimos Días, entre ellos sus hijos, pensara profundamente en las vidas de fe de esos primeros líderes de la Iglesia. Le dijo a su hijo Craig, en ese entonces un misionero de 19 años de edad: “Recuerda, la sangre de profetas fluye por tus venas”.
“Bueno, si eso no es sentir presión”, recordó haber pensado Craig. “[Mi padre] miraba [esos bustos] todos los días en su oficina […] y creo que sentía que tenía que hacerlo lo mejor posible. Nos inculcó eso al resto de nosotros”.
El presidente Nelson dijo que la conversión, el compromiso y la consagración “los llevaban el [presidente Ballard] en la sangre. ¿Se pueden imaginar que tuvimos el privilegio de sentarnos junto a un hombre que es el tataranieto de Hyrum Smith? José Smith fue su tío abuelo segundo. Todos los días siento una deuda de gratitud por el privilegio de relacionarme con un descendiente directo de aquellos líderes respetados y venerados. Él tiene la misma integridad que la que tuvieron ellos”.
El servicio eclesiástico del presidente Ballard incluyó el tiempo como joven misionero en Inglaterra, obispo, presidente de la Misión Canadá Toronto, miembro de la Presidencia de los Setenta y más de tres décadas como Apóstol.
“No haría esto por dinero”, dijo el presidente Ballard. “No podrían contratarme por dinero para hacer lo que se me pide hacer como miembro del Cuórum de los Doce. Sin embargo, para el Señor, este es el privilegio más grandioso que se podría dar a un hombre. Somos testigos de la realidad de la vida y del ministerio del Señor Jesucristo”.
El presidente Ballard asumió esa responsabilidad con seriedad, ya fuera como expresidente del Consejo Ejecutivo Misional de la Iglesia, o como padre de cinco hijas y dos hijos.
Un testigo especial, un padre especial.
El presidente Ballard dijo que algunas de sus mejores experiencias las recibieron al enseñar a sus hijos sobre el evangelio de Jesucristo. “Uno aprende a captar los momentos para enseñar y, si se está consciente y alerta, esos momentos llegan y, cuando están ahí, es una pena para cualquier padre perder una oportunidad de enseñar un principio a sus hijos”.
Uno de esos momentos ocurrió a finales de la década de los ochenta, después de que el presidente Ballard llegara a ser Apóstol. Craig, su hijo menor, admite haberse sentido “un poco amargado” porque su padre estaba a menudo fuera de casa en asignaciones. No era fácil compartir al hombre al que llamaba “papá” con los Santos de los Últimos Días de todo el mundo. “Cuando era pequeño, no lo entendía”, dijo Craig. Por fortuna, el presidente Ballard percibió ese malentendido. Al reconocer una oportunidad propicia para la enseñanza, el presidente Ballard llevó a Craig a una asignación de la Iglesia en Tonga y Samoa.
“Cuando bajamos del avión, por primera vez me di cuenta de cómo lo veían los demás”, explicó Craig. “Muchas personas habían caminado durante dos días para ir y solo vislumbrar a un Apóstol. Fue entonces cuando el conocer a esa persona a fondo dejó de ser una carga y se convirtió en una bendición”.
Fue, dijo Craig, un reflejo del don del presidente Ballard de no solamente decirle algo a las personas, sino también de enseñarles .
“Él no dijo simplemente: 'Bueno, tendrás que lidiar con ello'. Sabía que yo necesitaba entenderlo y que tenía que ser parte de sostener su llamamiento”, dijo Craig. “Para mí, fue una gran experiencia para aprender, y es algo que él ha hecho muchas veces de maneras únicas. No solo fue un testigo especial, fue un padre especial”.
Otro momento propicio para la enseñanza ocurrió después de que su hija Tammy, en edad escolar, estaba jugando con amigas en un automóvil que, de alguna manera, rodó en marcha atrás, dañando la puerta. Tammy dijo que estaba muerta de miedo al saber que el automóvil que ella pensaba era de su padre en realidad le pertenecía a alguien más. El presidente Ballard dijo que cuando volvió a casa y vio la mirada de su hija, supo que él contaba con toda su atención. “Le enseñé que ella era mucho más valiosa que el Cadillac que había dañado y que lo que le sucediera en la vida y lo preciada que era para mí era mucho más importante. Podríamos arreglar el automóvil, pero si ella hacía algo incorrecto en su vida, eso sería mucho más difícil de arreglar”.
“A él se le recordará como un esposo maravilloso y un gran padre”, dijo el presidente Nelson. “Ahí es donde yacía su mayor prioridad. Nos dio un buen ejemplo de ello; aunque tuviera muchas, muchas exigencias de su tiempo, su familia siempre era lo primero”.
A través de los años, los hijos del presidente Ballard llegaron a confiar en su fortaleza espiritual. Su esposa, Barbara, dijo: “Cuando estuvimos en Canadá en nuestra misión, nuestro pequeño hijo estaba comenzando el jardín de infantes y no conocía a nadie; Estaba asustado. Mi esposo lo llevó a la oficina, se arrodilló con él y oró al Padre Celestial para que lo ayudara a encontrar amigos. Oraron juntos durante varios días seguidos. Él ha ayudado a varios de nuestros hijos de esa manera cuando han tenido alguna necesidad especial”.
En la familia Ballard no solo oraban juntos a menudo, sino que también jugaban juntos en vacaciones familiares llenas de aventuras. El presidente Ballard recordó un viaje que hicieron a California en una de las primeras casas rodantes que se fabricaron. “Los llevé al barrio chino y todos en San Francisco miraban esa cosa grande y aparatosa, la señalaban y se reían de ella”, dijo. “No pude encontrar un lugar para estacionarla, así que dejé a todos en el barrio chino y seguí conduciendo por las colinas de San Francisco y luego terminé recogiéndolos otra vez”.
Casarse con su “ángel”, Bárbara
El presidente Ballard no podía hablar de su familia sin elogiar a Barbara. “Ella es sencillamente un ángel. Es muy difícil vivir con alguien que es casi perfecto”, dijo. Se conocieron en el baile de bienvenida de la Universidad de Utah. “No solo era hermosa, sino que tenía una personalidad entusiasta. Supe desde el principio que quería casarme con ella, pero ella no sentía lo mismo por mí. Me resultó un poco difícil convencerla. Bromeo con ella al decirle que conseguir que aceptara casarse conmigo fue la mejor transacción de ventas que jamás haya realizado yo”.
El presidente Ballard elogió a Barbara como una madre maravillosa, cuya disposición calmada hacía que la vida en el hogar fuera más celestial. “Todos nuestros siete hijos, si los trajeran aquí y les preguntaran si alguna vez escucharon a su madre levantar la voz dentro de nuestro hogar, responderían que no, que ella nunca lo hizo. Ella tiene el temperamento de poder sobrellevar una crisis de una manera muy tranquila y en voz baja. Ella es dulce, amorosa, bondadosa, atenta y sus hijos la adoran. No hay nada en el mundo que pueda compararse a lo que nuestros hijos sienten por su madre”.
Su segunda hija, Holly, está de acuerdo. Ella dijo que el amor y el respeto que sus padres sentían el uno por el otro influyeron en el comportamiento de ella y en el de sus hermanos de maneras que moldearon sus vidas.
“Sentíamos que el mejor lugar para estar era volver a casa y estar allí en ese ambiente, porque nuestros padres eran muy buenos el uno con el otro”, explicó. “Aprendí que es necesario tratar a todas las personas con respeto y ellos fueron muy buenos al hacer eso con nosotros de niños”.
El presidente Oaks, quien fue llamado al Cuórum de los Doce Apóstoles un año antes que el presidente Ballard, dijo que “admiraba mucho la forma en que el presidente Ballard había tratado a su compañera eterna, Barbara. A la edad avanzada de ambos, él ha sido sencillamente un esposo ejemplar, tan considerado y tierno”.
Barbara falleció el 1 de octubre de 2018, a los 86 años. Con su característico encanto y sentido del humor, se enfrentó a una larga batalla con algunos problemas de salud, entre ellos Alzheimer.
“Estoy muy agradecido de saber dónde está mi adorada Barbara y de que estaremos juntos de nuevo con nuestra familia por toda la eternidad”, dijo el presidente Ballard en una conferencia general, cinco días después de la muerte de Barbara.
Un ministerio de uno a uno
Los tiernos sentimientos del presidente Ballard hacia su familia se extendieron a las personas a las que enseñó desde el púlpito. Durante un discurso en la conferencia general de la Iglesia, en octubre de 1980, invitó a los Santos de los Últimos Días a que le enviaran los nombres de personas que tuviesen una necesidad. Prometió un cambio que les escribiría una carta de aliento. Se recibieron cientos de cartas de todo el mundo. Al final, el presidente Ballard escribió más de 600 cartas personales de aliento a las personas que necesitaban ayuda espiritual. Un destinatario escribió: “Siento que su carta fue el auténtico comienzo de este fantástico cambio en mi vida y se lo agradezco desde el fondo de mi corazón”.
“Debemos tender una mano a cada persona”, dijo el presidente Ballard. “Debemos buscar todas las formas posibles para ayudarnos unos a otros durante este trayecto de la vida terrestre. Creo que en el fondo las personas son principalmente buenas y creo que desean saber cuál es la verdad, pero no saben dónde encontrarla. Se pregunta: '¿Quién soy yo? ¿De dónde vine? ¿Por qué estoy aquí? ¿Hacia dónde voy? ¿A qué conduce todo esto? ¿A dónde me lleva esto?'”.
El presidente Ballard escribió la respuesta a esas preguntas en el libro Nuestra búsqueda de la felicidad, 1993 , que ayudó a enseñar a otras personas acerca de la Iglesia y su propósito en la vida. La vida del presidente Ballard como autor incluida asimismo El divino sistema de consejos , 1997, utilizado por muchos líderes locales de toda la Iglesia.
A través de todas sus experiencias como esposo, padre y Apóstol, el presidente Ballard acudió a Jesucristo para recibir inspiración y certeza en todas las cosas. De hecho, a menudo llevaba una pequeña imagen del Salvador en el bolsillo de la solapa para animarse en los días difíciles.
“Siempre que se desanimaba, sacaba y miraba [la imagen de Jesucristo] y pensaba: 'Puedo hacerlo; Puedo hacer cualquier cosa por Él'”, dijo Holly.
El presidente Ballard llegó a saber que el evangelio de Jesucristo es un ancla en un mundo de valores cambiantes. “Tengo una firme convicción de que aquellos que están verdaderamente anclados en su fe, en la restauración del evangelio de Jesucristo y en la misión del profeta José, y en las revelaciones que ha recibido la Iglesia mediante él, que confirman y declaran que Jesucristo es el Hijo de Dios y que el Evangelio está sobre la tierra, podrán soportar cualquier cosa que la vida les depare”.