
En su discurso de la Conferencia General de abril de 2015, “El Día de Reposo es una Delicia”, el élder Russell M. Nelson nos invitó entonces a “examinar [nuestros] sentimientos acerca del día de reposo y de lo que [hacemos] ese día”1.
Nos aconsejó en cuanto a cómo obtener inspiración para santificar el día de reposo. Dijo: “Aprendí de las Escrituras que mi conducta y mi actitud en el día de reposo constituían una señal entre mi Padre Celestial y yo. Con ese entendimiento... Cuando tenía que tomar una decisión en cuanto a si una actividad era o no era apropiada para el día de reposo, simplemente me preguntaba a mí mismo: ‘¿Qué señal quiero darle a Dios?’”2.
Estas palabras hicieron que Sara, mi esposa, y yo, pensáramos en qué señal3 estábamos dando a Dios con las cosas que hacíamos durante los domingos. Nos dimos cuenta de que no teníamos que hacer grandes cambios, pero sentimos que teníamos que prestarles mayor atención a los pequeños detalles. Ya íbamos a la Iglesia cada domingo. No trabajábamos en domingo, no practicábamos deportes, no estudiábamos (alguna cosa no relacionada con el Evangelio) ni hacíamos otras actividades que implicaran que otros trabajasen en el día del Señor. Por ello buscamos inspiración para comprender qué pasos debíamos tomar para seguir la invitación de un apóstol viviente.
Nuestros hijos nos pidieron una tarde de domingo que jugáramos con ellos a uno de sus juegos favoritos de mesa. El propósito de este juego era responder correctamente a tantas preguntas como fuera posible. Las preguntas eran siempre demasiado difíciles para que unos niños pudieran responderlas, pero la verdadera razón por la que a nuestros hijos les gustaba jugar a este juego eran las luces brillantes y el fuerte ruido de los zumbadores de los jugadores. Yo ya estaba a punto de decirles que eligieran otra cosa que hacer, cuando Sara nos dijo que íbamos a jugar al juego que los niños habían sugerido, pero con dos condiciones: (1) ella sería la que haría todas las preguntas; (2) no usaríamos las preguntas de las tarjetas, sino que ella crearía cuatro nuevas categorías centradas en el Evangelio. Mientras preparábamos todo, me preguntaba cómo Sara se las apañaría para hacer tantas preguntas sobre el Evangelio, sabiendo todas las respuestas correctas y asegurándose de que estuvieran a la altura del nivel de cada niño. Además, tendría que improvisarlo todo al momento. Pensé que iba a ser un desastre. Al comenzar a jugar, no obstante, pronto pude ver cómo el deseo de una madre de dejar a sus hijos jugar y el de una hija a obedecer al mandamiento de su Padre Celestial de guardar el día de reposo, habían hecho posible que el Espíritu Santo inspirara a un progenitor a encontrar la manera de santificar el día del Señor y hacer de él una delicia para sus hijos al mismo tiempo.
Me vinieron a la mente en ese momento las palabras de Nefi, “Y sucedió que yo, Nefi, dije a mi padre: iré y haré lo que el Señor ha mandado, porque sé que él nunca da mandamientos a los hijos de los hombres sin prepararles una vía para que cumplan lo que les ha mandado”4. Cuando el Señor requiere algo de nosotros, ya sea directamente o a través de nuestros líderes, algunas veces pensamos que no somos capaces de hacerlo, pero si pedimos inspiración y estamos dispuestos a seguirla, Él preparará la manera justo en donde pensábamos que no la había.
El domingo es un día que esperamos durante la semana. En este día especial, fortalecemos nuestra relación con Dios y con el Salvador al ir a la Iglesia y tomar la Santa Cena. En este día, fortalecemos nuestra familia al tener actividades sanas y apropiadas que nos acercan más los unos a los otros, y a Dios. Pasar tiempo juntos en domingo haciendo cosas que nos ayudan a recordar y honrar a Dios nos ha ayudado a hacer de este día en verdad una “delicia”5.
Notas:
1. Russell M. Nelson, “El Día de Reposo es una Delicia”, Liahona de mayo de 2015.
2. Ibídem
3. Éxodo 31:13.
4. 1 Nefi 3:7.
5. Isaías 58:13.