
La felicidad y amabilidad de los misioneros que visitaban mi hogar desde que era un niño despertaron en mí el deseo de ser parte de esta gran obra, y hoy en día tengo la bendición de servir en la misión Barcelona España, la cual puedo asegurar con entusiasmo es la mejor del mundo.
Yo nunca me detuve a pensar cómo llegaban las personas a la iglesia. Para mí, simplemente eran miembros o no lo eran. Durante mi misión aprendí a superar mi timidez, acercándome a las personas para hablarles del Evangelio restaurado. La misión es una etapa de constante cambio, en la que trabajamos por emular al Salvador, esforzándonos por ver a los demás tal como Él nos ve. Al inicio, creí que al servir estaba retribuyendo, de alguna manera, las bendiciones que había recibido. Sin embargo, estas no dejan de multiplicarse, y hoy sé que mi deuda con mi Salvador es infinita e impagable.

El Señor magnifica cada esfuerzo y talento, y doy testimonio de cómo Jesucristo transforma la vida de quienes le abren su corazón. Gracias al estudio constante de las Escrituras, al servicio continuo y al esfuerzo por amar a los demás como Él lo hace, he llegado a conocer y amar a mi Salvador con más intensidad. También he entendido que cuando Jesucristo, en Doctrina y Convenios (D y C 84:77), nos llama Sus amigos, no es en vano. Esta verdad se hace palpable cuando las personas a quienes servimos nos abren las puertas de sus hogares y sus corazones, convirtiéndose en amigos que conservaré por toda la vida.
¡La misión no es una pérdida de tiempo, es todo lo contrario! La misión es una auténtica clase maestra sobre la vida, donde se imparten lecciones que ninguna institución educativa podría enseñar. Nos ayuda a ampliar nuestra perspectiva y nos enseña a afrontar los desafíos con paciencia, amor, diligencia, virtud, fe y esperanza.

Antes de la misión, estudiaba ingeniería de sonido y componía música, lo que me generaba algunos ingresos. Al regresar, planeo estudiar marketing, continuar componiendo música y aplicar todo lo aprendido en mi misión, siempre manteniendo mi enfoque en los asuntos del Señor.
Yo, como muchos, esperaba el momento perfecto, pero ese momento no existe. Lo importante es el deseo de servir. Si enfrentas desafíos, háblalo con tu obispo cuanto antes. Si crees que te falta preparación, recuerda que esa preparación no llegará ni antes ni durante la misión. Los días, por más planeados y organizados que estén, rara vez salen como esperamos. Hay que adaptarse y seguir al Espíritu. No te preocupes por qué dirás o cómo actuarás. Si te mantienes atento y digno de la compañía del Espíritu Santo, sabrás qué hacer. Lo más importante es tu testimonio; lo demás llegará por añadidura.
Debemos actuar conforme a nuestro testimonio. Esforcémonos por superar nuestras debilidades para experimentar una verdadera conversión personal. La misión es uno de los medios más poderosos para lograrlo.