Un momento significativo en mi camino personal hacia Jesucristo surge de una invitación realizada por el presidente Henry B. Eyring (1) en la que instó a la audiencia a actuar:
“Los bendigo para que, cada día, si piden en oración que se les muestre dónde ha intervenido la mano de Dios en su vida ese día, los bendigo para que la vean, para que se les manifieste, para que vean que Él los está conduciendo, guiando y elevando, y que los conoce”.
Me conmovió esta invitación a “documentar conscientemente la mano del Señor en nuestra vida cada día”.
Acepté la invitación y compré un nuevo cuaderno azul pastel que se convertiría en un precioso registro personal que recogería los momentos en los que veía la mano del Señor en mi vida. No imaginaba lo importante que sería ese pequeño cuaderno azul en mi camino de búsqueda de Jesucristo.
Al recordar los momentos en los que he reconocido la mano del Señor en mi vida, me acordé de una ocasión cuando tenía once años. Tuve un accidente que me perforó el bazo. Me tuvieron que ingresar en el hospital y, antes de la operación, tuve que estar sin comer ni beber durante lo que me pareció una eternidad. Recuerdo especialmente que estaba en una habitación grande, sintiéndome vulnerable y solo en las primeras horas de la mañana. Oré en silencio pidiendo ayuda para aliviar mi ansiedad y mi malestar. Al poco tiempo, una enfermera vino y me ofreció un cubito de hielo envuelto en una venda de algodón para que lo chupara. El alivio y el refresco me parecieron un festín de lujo, pero lo más importante es que identifiqué y reconocí la mano del Señor.
En aquella cama de hospital se cumplió una Escritura del libro de Salmos. Aquella noche “[b]usqué a JEHOVÁ, y él me respondió y me libró de todos mis temores” (2). Aunque quizás parezca algo trivial, mi intento de pedir y ejercer la fe fue contestado. No solo sentí alivio físico, sino que sentí que ÉL me conocía.
Sin que sea necesario relatar cada experiencia que he documentado en mi cuaderno azul pastel, se ha producido un modelo persistente. Cuando pido, creo que recibiré (3) y lo reconozco a Él, y mi relación con Él se fortalece. Este modelo me ha guiado y sigue guiándome a través de las enfermedades, las pruebas, la desesperación y el dolor.
El lema de la conferencia FSY de 2022 (4) describe perfectamente este modelo. Mi esposa Ailsa y yo tuvimos el privilegio de formar parte de la sesión de Manchester Escocia de FSY en 2022. Fuimos testigos de cómo se desarrollaba este modelo en la vida de muchos participantes. Una joven acudió a FSY con muchas preguntas difíciles, sin esperar que todas fueran respondidas. Contó con lágrimas de alegría que, durante ese evento centrado en Cristo, cada una de sus preguntas había sido respondida y supo que Él la conocía. Esta joven ha sido llamada recientemente a servir al Señor en la Misión Alemania Fráncfort.
El apóstol Pedro nos invitó a “esta[r] siempre preparados para responder con mansedumbre y reverencia a cada uno que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (5).
Los invito a documentar la mano del Señor en su vida, comenzando retrospectivamente hasta donde puedan recordar. Continúen todos los días, identificando, reconociendo y recibiendo el alcance del Maestro de la sanación, la estrella brillante de la mañana, Aquel que está en todas las cosas, sobre todas las cosas, en medio de todas las cosas y alrededor de todas las cosas (6).
Lo amo, Lo adoro, dependo de Él, porque puedo recordar muchas veces en las que he recibido la confirmación personal de que Él me conoce y me ama.
En el nombre de Jesucristo. Amén.
Notas:
1. “A Steady, Upward Course”, Henry B. Eyring, devocional en la Universidad Brigham Young–Idaho, septiembre de 2001
2. Salmo 34:4
3. Mateo 21:22
4. Proverbios 3:5–6
5. 1 Pedro 3:15
6. Colosenses 1:17