Cuando tomé la decisión de hacer una misión de tiempo completo, le pedí al Padre Celestial que me enviara a cualquier lugar, excepto a África. Sin embargo, cuando abrí el mensaje de mi llamamiento, me sorprendí al ver que me destinaban a la misión Botsuana-Namibia. Esto ocurrió en el año 2020. En este tiempo, la pandemia del COVID-19 se propagó por todo el mundo, y Sudáfrica, donde inicié mi capacitación en el Centro de Capacitación Misional (CCM), no fue la excepción. Apenas tuve la oportunidad de salir del CCM para enseñar en las calles durante una semana, porque después pasamos tres meses encerrados cumpliendo con las recomendaciones sanitarias. Finalmente, después de una larga historia, logramos regresar a España.

Me reasignaron a la Misión de España Madrid Norte, donde finalicé en 2022. Durante este tiempo, viví muchas pruebas, como el fallecimiento de mi abuelo y la gravedad de mi padre, quien se contagió del virus.
Decidí ir a una misión porque lo sentí en mi corazón, a pesar de quizás no tener un testimonio maduro del Evangelio y del Libro de Mormón. Fui porque mi corazón así lo sentía y reconozco que quizás idealicé muchísimo lo que podía ser la misión. Sin embargo, también es cierto que la misión superó mis expectativas; fue una disciplina y un cambio drástico que hasta el día de hoy repercute en mis decisiones.

El servicio misional me enseñó que la fe es esencial, a no dar nada por hecho y a no fiarme de mi propio criterio. Debemos escuchar al Espíritu, porque generalmente no conocemos a las personas y muchas de ellas pueden estar preparadas para recibir el Evangelio, aunque no lo parezcan. Podemos sorprendernos al descubrir que aquellas personas que parecen más alejadas del Padre Celestial pueden ser las más receptivas y las que más necesiten encontrarlo.
Servir en una misión te enseña a trazarte metas alcanzables, a ser disciplinado y a poner la fe en acción en tu vida. Todos estos elementos me ayudaron después de terminar mi misión a formar una linda familia, a estudiar y a trabajar como auxiliar de vuelo. Ahora quiero dar un paso más y ser piloto comercial.

Gracias a mi tiempo en la misión, he desarrollado empatía con las personas que trabajan conmigo, en mi hogar y con los míos. Aprender a escuchar los mensajes del Espíritu te facilita las cosas.
Recomendaría a los jóvenes servir en una misión, siempre y cuando tengan el deseo en su corazón, porque serán más receptivos a escuchar, obedecer y observar. La misión son dos años de nuestra vida que damos al Señor, y si decidimos hacerlo, es porque vamos a entregarnos al cien por cien a esta maravillosa obra de salvación y exaltación.